Los beneficios de la ketamina, más allá de la anestesia

Los beneficios de la ketamina exceden su uso anestésico. Si bien la primera indicación histórica del fármaco ha sido asociada a las cirugías, tanto en animales como en humanos, con el tiempo se descubrió que era un potente analgésico y que, además, podía mejorar los síntomas de la depresión.

El medicamento se sintetizó en 1962, pero no fue hasta entrada la década de 1970 que se aplicó en la práctica clínica. El problema apareció con los efectos adversos que presentaba en el sistema nervioso central, lo que llevó a plantear una reducción de su prescripción. De todos modos, en paralelo se estudiaban con mayor ahínco los beneficios de la ketamina en cuadros psiquiátricos y en trastornos de dolor crónico.

¿Qué es la ketamina?

Esta droga es soluble en agua y se distribuye de manera rápida por los tejidos una vez que se administró. Primero se dirige a los órganos que más reciben sangre, como el cerebro, para luego llegar a las zonas periféricas, inclusive la grasa. Una vez cumplida la vida media se metaboliza en el hígado y es eliminada por la orina en forma de metabolitos inactivos. Esto significa que el paso intermedio limitante suele ser el hepático y no el renal.

Los beneficios de la ketamina se ampliaron cuando se descubrió su capacidad de ser administrada por vías diversas. Desde las formas parenterales, como la intravenosa y la intramuscular, hasta la aspiración nasal, pasando por la oral. Incluso es posible colocarla dentro del líquido cefalorraquídeo.

Después de su administración alcanza el mayor nivel sanguíneo a los 30 minutos, aproximadamente, cuando se la tomó o se inyectó en el músculo. Si fue intravenosa, a los 30 segundos ya produjo anestesia.

El efecto bioquímico del fármaco en el sistema nervioso se concentra en la depresión del tálamo, el sistema límbico y el hipocampo. Lo que sucede es que se desorganizan las conexiones neuronales y se reduce la transmisión de información. Por ello hay anestesia disociativa, es decir, se desconectan ciertas partes nerviosas y la analgesia responde a la unión con receptores opioides.

Detrás de su mecanismo de acción y de las posibles alucinaciones que se derivan de su uso es que la adicción ha sido un problema con la droga.

Ketamina para el dolor crónico en una persona.
El dolor crónico podría ser un campo de acción de la ketamina para la oncología, por ejemplo.

Los beneficios de la ketamina para el dolor crónico

El dolor crónico es un desafío para cualquier profesional de la salud. Quienes lo padecen suelen ser pacientes que atraviesan por diversas especialidades y sentimientos a lo largo del padecimiento. Han probado multiplicidad de combinaciones de fármacos sin obtener respuesta.

Los beneficios de la ketamina en el dolor crónico serían una alternativa válida que, aunque requiere mayores investigaciones, ya se está aplicando. En la actualidad se han evaluado sus efectos para el dolor neuropático, el oncológico y la fibromialgia. En este gran grupo tenemos incluida, por ejemplo, la neuralgia posherpética.

Ahora bien, lo difícil es determinar cuándo es mayor el provecho que el riesgo en su indicación. Por regla general se asume que las personas con dolor crónico que se encuentran ya con dosis de opioides serían candidatas idóneas para un régimen de ketamina. Esto les permitiría reducir la cantidad de morfina, por ejemplo, al mismo tiempo que aumentar el umbral de dolor para mejorar su calidad de vida.

De igual manera, aunque eso parece más claro, no está del todo definida la vía más efectiva para su aplicación. Se puede colocar intravenosa, pero eso requiere de dispositivos y seguimientos que muchos de estos pacientes no están dispuestos a padecer, pues prefieren estar en su hogar. La forma oral es útil y se siguen investigando las dosis seguras que permitirían reducir los efectos adversos manteniendo la analgesia.

Los beneficios de la ketamina frente a la depresión

El interés por los beneficios de la ketamina frente a los cuadros depresivos cobró relevancia médica alrededor del año 2000. Se publicaron investigaciones que aseguraban que el efecto antidepresivo era rápido y que funcionaba en pacientes que ya llevaban años con cócteles de medicaciones tradicionales para el trastorno psiquiátrico.

Luego vinieron estudios con animales para descifrar el efecto neuronal que explicase su potencia antidepresiva. Así se descubrió que su metabolito, llamado hidroxinorketamina, era el verdadero culpable de las mejorías. Además, esta partícula presentaba menos efectos adversos que la ketamina en sí, lo que generaba preocupación por la posibilidad de añadir un problema a los pacientes, más que una solución.

Al día de hoy no hay una aprobación generalizada para justificar su uso de rutina. Se han autorizado estudios bajo consentimientos informados y se han planteado combinaciones que podrían ayudar a combatir la depresión. De todas maneras, su comercialización debería saltar el escollo de los antecedentes de uso como droga recreativa.

La adicción y el efecto de psicosis que algunos experimentan no permiten que su empleo sea tomado a la ligera. De todas maneras, las posibilidades que se abren en el campo terapéutico son enormes. La depresión es una afección de más de 300 millones de pacientes en todo el mundo, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Encontrar un alivio sería un paso adelante.

Joven con depresión.
La depresión es una afección con muchos pacientes alrededor del mundo. La ketamina se sigue estudiando para reducir los síntomas del trastorno.

¿Quién puede obtener los beneficios de la ketamina y quién no?

Para evaluar los beneficios de la ketamina y su posibilidad de implementación en pacientes hay que considerar las contraindicaciones. En primera instancia, los alérgicos a la sustancia y los hipertensos con cifras de dificultoso manejo no deberían emplearla.

Luego tenemos las contraindicaciones relativas, que son las siguientes:

  • Insuficiencia cardíaca.
  • Edad pediátrica.
  • Convulsiones.
  • Alcoholismo.

Superadas estas consideraciones, lo siguiente es ingresar a un protocolo de investigación con la sustancia, ya que la ketamina tiene, en la gran mayoría de los países, un uso aprobado como anestésico y no como analgésico de rutina ni como antidepresivo. Es decir que se autoriza en casos puntuales, bajo estricta supervisión y con un seguimiento que esté registrado en oficinas de salud locales.

No es posible prescribir a todos la ketamina, pero sí podemos estar atentos al futuro de su investigación. La chance de tratar la depresión y controlar los ataques de dolor agudos y crónicos son una necesidad de la medicina actual.

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