El tema de la insulina baja en ayunas no es frecuente en la medicina. Lo cierto es que la ciencia se ha concentrado en estudiar los niveles elevados de esta hormona en asociación con la diabetes.
La insulina es una sustancia que el cuerpo humano secreta de manera natural a través del páncreas. La función principal es regular la cantidad de azúcar que circula por la sangre. De manera habitual, cada vez que ingerimos algo, la hormona se pone en juego para evitar que la glucosa se mantenga por tiempo excesivo en valores elevados, lo que acarrearía daño celular.
¿Para qué necesitamos la insulina?
Como bien dijimos, la insulina cumple un rol clave en el metabolismo de todos los macronutrientes. Aunque su principal acción se focaliza en el ingreso de glucosa a las células para quitarla del torrente sanguíneo, lo real es que todo el balance energético corporal es dependiente de estos niveles hormonales.
La medición más accesible de la que disponemos para saber si la sustancia está desempeñando sus tareas es la glucemia. Podemos conocer, con un simple análisis bioquímico, cuánta azúcar hay en la sangre en un momento determinado. Si hallamos cifras superiores a 140 miligramos por decilitro, es válido suponer que la hormona está siendo insuficiente o los receptores no la reconocen.
La insulina baja en ayunas podría detectarse, primero, en las oscilaciones de la glucemia. Todos estos valores son lábiles; cambian con mucha frecuencia en el transcurso de una jornada. Influye el grado de actividad física, el estrés, la alimentación y la interacción con otras hormonas.
Una vez que la sustancia sale del páncreas, en realidad se transforma por inactivación en menos de 5 minutos. Sin embargo, los efectos se manifiestan hasta 2 horas luego de su secreción, por la interacción con los receptores de las células. Es ese intervalo el que, por ejemplo, se considera al realizar la prueba de tolerancia oral a la glucosa.
La insulina baja en ayunas según Kraft
Lo que se conoce como patrones de Kraft es una explicación teórica y científica, basada en observaciones de análisis clínicos, a través de la que el autor Joseph Kraft determinó las formas en las que las distintas personas secretan la hormona. Para las mediciones, estimuló el páncreas de los sujetos involucrados con 100 gramos de glucosa. Luego, midió la cantidad de insulina en la sangre.
Si bien no es una clasificación que se relacione en exclusiva con la insulina baja en ayunas, es de las pocas que existen con un rigor adecuado para estudiar las oscilaciones hormonales pancreáticas. A través de sus descubrimientos se estipularon 5 patrones:
- Tolerancia normal: este es el caso de una persona con funcionamiento normal del páncreas y de los receptores celulares. La hormona se eleva a la hora de la ingesta de glucosa y vuelve a la normalidad a las 3 horas.
- Segundo patrón: en esta modalidad, la insulina no es ni baja ni alta, pero sí se demora en recuperar valores normales, más allá de las 3 horas del pico de secreción.
- Retraso de síntesis: son individuos con una fabricación más lenta de hormona nueva. Podrían tener insulina baja en ayunas por un enlentecimiento de la glándula.
- Hiperinsulinemia: la insulina registrada en todos los pacientes de este grupo fue elevada, siempre.
- Hipoinsulinemia: aquí podríamos catalogar a la insulina baja en ayunas. En el estudio de referencia de Kraft, las mediciones de estas personas fueron inferiores a lo considerado normal en casi todos los horarios del día.
¿Hipoinsulinemia o resistencia?
De inmediato, unos valores bajos de insulina en ayunas o lo contrario, no son diagnósticos certeros de diabetes. Hay que recordar que se está midiendo a la hormona, pero distinta es la acción y su efecto en las células.
Por eso el concepto de resistencia a la insulina parece más adecuado, sobre todo en los pacientes con diabetes tipo 2. En estas personas, las cifras hormonales tienden a ser normales, inclusive un tanto superiores a las esperables. El problema reside en que los receptores celulares para la sustancia no concretan una acción determinada en el metabolismo.
Traducido en lenguaje más entendible, diríamos que la glucosa no ingresa a los tejidos, en particular al músculo, porque la orden que envía el cuerpo no es suficiente. Esto estimula aún más al páncreas y eso explicaría la leve hiperinsulinemia que algunos diabéticos padecen al inicio de la patología.
Aplicación clínica de la insulina baja en ayunas
Entonces, ¿tiene utilidad conocer la presencia de insulina baja en ayunas? Lo realmente útil es tener distintas mediciones de la hormona, en diferentes momentos del día y bajo circunstancias disímiles. Se especula con que, al menos, tres determinaciones podrían orientar un diagnóstico exento de errores propios de la labilidad del sistema hormonal.
Como no es frecuente que se llegue a tantos análisis bioquímicos, se ha estipulado que la insulinemia sea un elemento más entre los factores de riesgo. O sea, si un paciente tiene insulina baja en ayunas, no es que padezca una patología puntual, pero sí tiene más probabilidad de evolucionar hacia un desbalance hormonal.
El tiempo dirá si se convierte en diabetes o no, así como las acciones preventivas detendrán o cambiarán el rumbo de la historia natural de la enfermedad. Para eso sí no caben dudas: la hipoinsulinemia es una alarma. Si se detecta, hay que actuar con lo siguiente:
- Dieta equilibrada que restringa los azúcares y los carbohidratos con alto índice glucémico.
- Ejercicio físico, al menos de 30 minutos diarios, 5 veces en la semana.
- Control del riesgo cardiovascular, mediante la regulación de la presión arterial, los niveles de lípidos y el estrés.